Mantener segura una organización es trabajo de todos los colaboradores: los vectores de ataque de entrada, como el phishing, por ejemplo, son aprovechados por atacantes. Esto coloca a los usuarios en la primera línea de defensa y eleva el papel fundamental que desempeñan todas las personas en la seguridad de la organización.
La alta dirección tiene el desafío de hacer que la organización contribuya al logro de los resultados y aporte en la ejecución de la estrategia. En este sentido, el paradigma tradicional de seguridad empresarial, representado antiguamente por el castillo y el foso, que sugería un límite tecnológico que aislaba y protegía a las personas dentro del castillo ya no es suficiente.
Hoy en día, los usuarios se relacionan cada vez más con el mundo digital fuera de perímetros físicos y de red y al margen de los controles de seguridad corporativos. La mayoría de sus actividades tiene lugar en sitios web externos y redes sociales, en computadoras portátiles en cafeterías y sus hogares, y regularmente en dispositivos personales.
No es suficiente establecer políticas y procedimientos, es necesario involucrar a las personas y lograr que todos en la organización comprendan su aporte individual para proteger el negocio. Para lograrlo de manera efectiva, la alta dirección puede definir una estrategia personalizada de ciberseguridad que se adapte a las necesidades específicas de la organización y defina a las personas como el factor más relevante de la misma.
De hecho, las organizaciones lideradas por CEOs ciber-resilientes logran un 16 % más de crecimiento de ingresos, un 21 % más de reducción de costos y un 19 % mejor balance financiero. Además, estos líderes consiguen reducir entre 2 y 3 veces los costos asociados a los incidentes de ciberseguridad.
Una verdadera cultura de ciberseguridad se construye cuando todos los niveles de la organización están alineados, informados y comprometidos. No se trata solo de tener buenas herramientas, sino de tener buenos hábitos y una mentalidad colectiva de protección.
Las organizaciones que gestionan el rendimiento cibernético con la misma rigurosidad que el rendimiento financiero son las que alcanzan mejores resultados y fortalecen su resiliencia digital. Este enfoque es característico del 60 % de los CEOs ciber-resilientes, en comparación con solo un 33 % entre las organizaciones menos maduras.
Esta debe incluir al menos:
El nuevo panorama digital representa un espacio ilimitado de oportunidades, en paralelo a las amenazas cibernéticas que son cada vez más complejas. Es una realidad que las organizaciones no pueden prevenir todos los ataques maliciosos o las fallas cibernéticas.
El 5 % de los CEOs más resilientes son capaces de detectar, contener y remediar amenazas más rápido que sus pares, y eso les otorga una ventaja competitiva que impacta directamente en los resultados de negocio. Ante esto, la mirada debe estar en aumentar la resiliencia cibernética e idealmente hacerlo en equipo porque la participación de las personas hace que sea posible y sostenible en el tiempo.
Aun cuando las metas y los objetivos estratégicos son diferentes para cada organización, hay un objetivo transversal relacionado con la protección de la prestación de servicios críticos, la confianza de las partes interesadas y los activos principales que sustentan el valor y la posición en el mercado.
Impulsar la ciberseguridad es fundamental para fortalecer esa resiliencia cibernética y la cultura de la organización puede hacer la diferencia, aquí hay algunos consejos prácticos:
Desarrollar y practicar una higiene cibernética robusta: la implementación efectiva y consistente de una higiene cibernética puede mitigar la mayoría de los ataques cibernéticos. Si bien está más relacionada con aplicar controles y tecnologías de protección, los principios básicos de seguridad siguen siendo elementales y en el momento crítico vuelven a depender de las personas, las cuales seguirán siendo determinantes para desarrollar una sólida postura de ciberseguridad.
Prevenir, monitorear y responder a las amenazas cibernéticas: Hay que recordar que la pregunta no es si ocurrirá un incidente, sino cuándo y, por lo tanto, qué tan bien lo maneja una empresa es inevitablemente crítico. La preocupación generalizada está en que tecnologías son las mejores y que controles son los más efectivos, si bien esto es muy importante no puede dejarse fuera el efecto multiplicador que tendrá el que la organización se involucre en este desafío.
Al integrar la ciberseguridad en el ADN de la organización, se pueden reducir significativamente los riesgos y mejorar la resiliencia ante ciberataques. De hecho, la ciberseguridad puede convertirse en una ventaja competitiva para las organizaciones que la implementan de manera efectiva.
Las siguientes prácticas pueden ayudar a fomentar una cultura más sólida de ciberseguridad:
Este cambio cultural no solo protege los activos digitales, sino que también fortalece la confianza de los clientes y socios, lo que puede traducirse en ventajas competitivas.
Una estrategia de ciberseguridad exitosa y su implementación dependen de la cultura de la organización. La ciberseguridad, la privacidad y la confianza digital se basan en qué tan bien la organización logra integrar la seguridad como parte de su ADN.
La importancia de fomentar un entorno de seguridad centrado en los riesgos hace que sea cada vez más critico que la propiedad compartida de los riesgos y la necesidad de fortalecer la resiliencia cibernética sean parte de la estrategia de negocio.
Los líderes que puedan ir más allá de un nivel táctico y técnico tienen más probabilidades de ganar credibilidad y apoyo entre los responsables de toda la empresa, además de la junta directiva, la alta dirección y las personas.
Inherente a este nuevo rol es el imperativo de ir más allá de hacer cumplir las políticas y normativas para integrarse mejor con el negocio, administrar los riesgos de forma más estratégica y trabajar hacia una cultura de ciberseguridad que diferencia y fortalezca a la organización.